TERRITORIOS BALDÍOS

TERRITORIOS BALDÍOS


Ni el cielo ni el infierno
DARÍO FRITZ
De los muertos nunca se habla mal. Es una frase hecha, de Perogrullo. Y que se cumple sin chistar, hasta entre los más críticos. A los muertos se los respeta, vestidos de negro, asintiendo con la cabeza, rezando junto al cura. Hasta en el lenguaje. El tiempo ya luego pone las cosas en su lugar, si es necesario. Mucho camuflaje, exceso de lisonjería, crípticos en abundancia. La balanza pierde todo sentido de equilibrio. “Los irascibles y porfiados muertos no toleran impunemente a los necios”, dice Nigel Barley en el ensayo “Bailando sobre la tumba”. Y de eso ha pululado en las últimas dos semanas.
Entre la mañana de un domingo y el amanecer dos lunes después, abril trajo noticias tan ingratas como sorpresivas. Fallecían Mario Vargas Llosa y el Papa Francisco, a edades cercanas –89 y 88 años–, latinoamericanos, hechos en andar la calle -sino no se entendería la obra literaria del peruano acerca de qué va nuestro continente, como tampoco el trajín del argentino empapado en los reclamos sociales más allá de la formación teológica-, autoridades mundiales en lo suyo: si uno reunía las preposiciones que hacen a la literatura, el otro las condensaba en el sacerdocio. Sus muertes nos recuerdan que cualquier frase que se pueda escribir sobre ellos, como sobre tantos otros, se asemejan a una postal ciega. Las primeras setenta y dos horas que han seguido a los decesos de cada uno han sido eso, con la salvedad que en el caso de Jorge Bergoglio trascenderá por más de una semana hasta que la designación de un nuevo Papa obligue a la historia administrar su pasado.
La dificultad de cómo leer a los muertos, que es lo mismo a cómo leer la muerte, nos hace escapar de la frialdad que impone la distancia sobre los personajes. El elogio, la celebración de una vida, la descripción adulatoria, se hace más recomendable, se acepta y se quiere. Los grises no son llamados a testificar.
Cómo no hallar las palabras virtuosas para La ciudad y los perros (1963), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), Lituma en los Andes (1993), La fiesta del Chivo (2000), o Tiempos recios (2019), del Premio Nobel de Literatura.
Cómo no hallar palabras estimulantes para el arzobispo argentino que cuando llegó a Roma en 2013 ejerció el poder como muchos no se esperaban, desde la sencillez y la mano firme, sin por eso ser progresista ni conservador como le gustaba definirse. Defensor de los migrantes y de darle su lugar destacado a los pobres, crítico del capitalismo rapaz, aliado de los movimientos sociales, preciso en las palabras como “terrorismo” para identificar lo que hace Israel en Gaza, defensor de los recursos naturales, abierto al divorcio y a la incorporación de la mujer en tareas ejecutivas, enfrentado a los campos oscuros de pederastas y corruptos dentro de la Iglesia. Todos elementos que lo convirtieron en blanco de los sectores más conservadores de la propia Iglesia y fuera de ella, al punto de intentar destronarlo en 2018 y ahora de alegrarse por su muerte.
Cómo hallar palabras que no endulzan sino agrían la figura de Vargas Llosa quien a pesar de esa pregunta maravillosa, sinónimo para toda Latinoamérica, “¿En qué momento se había jodido el Perú”, del primer párrafo de Conversación en La Catedral, luego se transformaría en el intelectual militante del neoliberalismo a través de columnas de opinión, denostador de todo progresismo y protector de cuanta ingratitud se generaba desde el conservadorismo, provocador en cualquier lugar donde aterrizaba, y protagonista en cuanta reunión convocara a personajes aún menores a su talla, fuesen políticos, presidentes o millonarios, autores de sumir en la desigualdad a sus países.
Ese escenario de las contradicciones también aflora en Francisco. Su rechazo a la ley del matrimonio igualitario cuando fue arzobispo en Buenos Aires, su silencio en la desaparición de dos sacerdotes jesuitas durante la dictadura cívico-militar argentina, la valoración en 2023 de que “ser homosexual no es un delito, pero sí un pecado”, la definición para ellos de “maricones”, el llamado a los padres que detecten esa preferencia sexual en sus hijos a llevarlos al psicólogo, su rechazo a que se formen en los seminarios. O en tiempos recientes, su reprobación de las mujeres como “chismosas” y que “la ideología de género es de las colonizaciones ideológicas más peligrosas”, emparentándose con una concepción similar a la de poderosos retrógrados dispuestos a borrar de un plumazo sus doce años de pontificado.
Las cenizas de Vargas Llosas descansan en Lima y en algún lugar de Europa. El cuerpo de Francisco lo hará en una basílica del centro de Roma. “El cielo y el infierno son metáforas, están dentro de uno”, dijo Bergoglio en una entrevista periodística de hace dos años. Una definición que bien nos conmina a no satanizar ni endiosar a nadie.
@dariofritz.bsky.social
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Darío Fritz
Darío Fritz es periodista, editor y profesor de periodismo. Autor de “Con la muerte en el bolsillo” (Ed. Planeta) y en “El libro rojo” III (FCE).
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Sobre la autora

Araceli Domínguez

Productora Ejecutiva de Voces Ecológicas de la Frontera.
Periodista profesional con estudios de educación ambiental en CETYS Universidad y Fundación PROBEA
Diplomada en Derechos Humanos
Imparte cursos de educación ambiental, cultura del agua, la carta de la tierra, reciclaje, derechos humanos, libertad de expresión y análisis de riesgo.